Vivir entre el agua sucia y desechos; el desastre que dejó John en Las Tunas, San Jerónimo
A cinco días del desastre, en Las Tunas esperan que llegue la ayuda, casi todos perdieron todo, se quedaron casi sin nada. No han tenido descanso y tampoco tienen forma de descansar.
Arturo de Dios Palma. Las Tunas, Benito Juárez. 1 de octubre 2024
El tamaño del desastre que provocó el huracán John en la comunidad de Las Tunas, en el municipio de San Jerónimo, en la Costa Grande de Guerrero, se ve en las calles. Unas siguen bajo el agua y otras están llenas de colchones, de refrigeradores, salas, estufas, televisores convertidos en desechos.
Antes de llegar a Las Tunas el tradicional arco da la bienvenida, ahora lo acompaña un montón de cadáveres de borregos atorados en el corral de una huerta. La escena advierte lo que se vivió en los últimos días por el paso del huracán John. Junto con los animales muertos está un hedor intenso.
Dentro del pueblo, la calle principal está llena de montones de muebles, electrodomésticos y ropa inservibles. Las casas están prácticamente vacías y así estarán en las próximas semanas. Las calles que van a dar al río están inundadas, el agua aún está a 50 centímetros de altura. Todo el pueblo está metido en la faena para dejar más o menos limpias sus viviendas.
Las Tunas es una comunidad a unos 15 minutos de distancia de la cabecera municipal. Es un pueblo de campesinos y pescadores. Es pequeño, con carencias bien marcadas. Su conformación es contrastante: entre casas construidas con material, levantadas por los que se fueron a los Estados Unidos, y otras muy precarias.
La noche del jueves 26 de septiembre, el río que cruza todo San Jerónimo sorprendió a Las Tunas. Aunque sorprender no sería el verbo más exacto, porque hace 11 años la tormenta tropical Manuel y el huracán Ingrid los inundó. A diferencia de ese entonces, esta vez se sentían más seguros porque al río le construyeron muros de contención.
Lo que sí ocurrió es que nadie esperaba que la corriente del río entrara tan pronto ni por un lugar distinto por donde siempre entra.
“Como a las 10 de la noche estaba bajita el agua, era sólo el agua de la lluvia, pero de repente se vino la corriente y muchos salimos cómo pudimos”, cuenta Guadalupe de la Cruz.
Esa noche, Guadalupe alcanzó a correr a la casa de su vecino que está a un metro de altura sobre el nivel de la calle. Aun así, el agua superó esa altura y todavía alcanzó un metro más.
“Toda esa noche estuvimos en las escaleras que van a la azotea, el agua nos fue alcanzando. Yo ya no aguantó más estar en el agua, esa noche y casi mediodía siguiente estuve mojándome”, dice.
Como a Guadalupe le pasó a otros más. Por ejemplo, sus vecinos de enfrente apenas alcanzaron a salir. O los de al lado que no lograron salir, el agua les llegó casi hasta el techo, se salvaron porque se subieron en la trabe de cemento que atraviesa el techo de lámina. Ahí estuvieron colgados hasta el otro día, cuando el agua cedió un poco y los rescataron.
Los que no lograron salir fueron Alfa Otero, su esposo Bernabé Montor y sus dos nietos, niños de 2 y 4 años de edad.
La noche del jueves el agua comenzó a entrar a su casa y se subieron al primer piso. Alfa —recuerda— le dijo a Bernabé que la vivienda se estaba inclinando. Su esposo no le daba mucha importancia, antes ya había sentido esa inclinación pero le echó la culpa a unas de sus piernas que desde hace días no le respondía bien.
Alfa insistió hasta que su esposo lo comprobó: la casa estaba inclinada y con la corriente del río golpeando por todos lados. Bernabé comenzó a gritar a sus vecinos, pero ya era de noche, todo estaba oscuro y el río embravecido.
El viernes apenas salió el sol y Anabel Pano, La Chaca, un hombre viejo de cuerpo macizo, se aventuró a cruzar el cauce del río. Él pudo ser la única víctima de John en Las Tunas, pero uno de sus sobrinos lo alcanzó agarrar de un brazo y se lo quitó a la corriente.
“El río estaba muy fuerte, Bernabé me gritaba que lo ayudara, que lo hiciera por los niños. Yo le pensé mucho pero dije: yo no voy a poder con mi conciencia si a esos niños le pasa algo”, cuenta La Chaca sentado en una de las escaleras que el agua ya liberó.
La Chaca se organizó con otros vecinos, tendieron cuerdas y lograron llegar a la casa. Desde el primer piso bajaron a los niños y luego a Alfa y a Bernabé.
Alfa y Bernabé esa noche pensaron que su casa sólo se estaba inundada, nunca imaginaron que la corriente carcomió el suelo hasta que se lo arrancó. Lo descubrieron hasta que el agua bajó y pudieron asomarse.
A cinco días del desastre, en Las Tunas esperan que llegue la ayuda, casi todos perdieron todo, se quedaron casi sin nada. No han tenido descanso y tampoco tienen forma de descansar. Han sido días de hambre, de vivir entre el agua sucia y desechos.