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Lorena Vázquez, desde hace 10 años se encarga de limpiar las calles de Chilpancingo

Constantemente la población le falta al respeto a pesar de su esfuerzo, por lo que recibe reproches de que para eso pagan sus impuestos. Aún así se siente orgullosa de su trabajo


Texto: Yasmín García

Foto: Oscar Guerrero

Durante diez años, a Lorena Vázquez González se le ha visto barrer las calles de Chilpancingo, trabajo que la hace sentir orgullosa a pesar de que la gente no valora su trabajo de mantener limpia la ciudad.

Lorena Vázquez tenía 29 años cuando ingresó a la Secretaría de Servicios Generales del municipio en el área de barrido manual. En esa época, Lorena trabajaba todos los días de 7 a 10 de la noche, después de barrer las calles y las avenidas se trasladaba a las barrancas para limpiar y chaponar, el salario era semanal.

Después de cuatro meses su jefe inmediato la asignó al tradicional barrio de San Antonio, con el paso de los años ascendió a jefa de brigada, ahora a su cargo tiene a ocho mujeres y dos hombres, quienes se han convertido en su segunda familia.

Durante nueve años y siete meses Lorena ha barrido la plazoleta del barrio de San Antonio, y las 10 calles aledañas como la Javier Mina, Altamirano, Zaragoza, 5 de Febrero, Niños Héroes, Río Papagayo, Suspeg, y la avenida Acapulco.

Cuando barre estas calles se encuentra perros, gatos, gallos y palomas muertas, además de excremento de personas, pañales y plásticos.

Lorena explica que en la calle Zaragoza a unos metros de la Escuela Primaria Fray Bartolomé de las casas, un señor apila a gallos y gallinas muertas, además de excremento de animales.

“Paja de pollo, de todo, ojalá esa gente fuera consciente que ya que pasa el camión, que saque su basura, pero no lo hacen, en la calle todo eso se ve mal, le da mala imagen a Chilpancingo y más ellos que viven el Centro, que deben de tener más limpio”, lamentó Lorena.

De lunes a domingo, Lorena se levanta a las 3:30 de la mañana, ya que tiene que caminar de su domicilio ubicado en la colonia Lomas de Ocotepec al poniente de Chilpancingo, para estar en la plazoleta a las 4:30 y comenzar a barrer las calles.

La Secretaría de Servicios les da la opción de entrar más tarde, sin embargo, no pueden realizar bien su trabajo por la gran cantidad de vehículos que circulan en las calles y avenidas, además de la población.

A Lorena no le da miedo caminar sola de madrugada. “A veces me encuentro a gente que va a trabajar al mercado y nos acompañamos en el camino, ya me acostumbré, ya no me da miedo, como barrendera sólo traigo mi herramienta de trabajo: mi escoba, recogedor y mi uniforme”.

A pesar del esfuerzo las faltas de respeto hacia Lorena por parte de la población son constantes, le dicen que para eso le pagan, para limpiar.

“Nos tratan de flojos, dicen que pagan sus impuestos, que para eso nos pagan, que para eso estamos, para barrer. Pero yo creo que no es flojera, deben de estar conscientes que cumplimos con la tarea y con mantener limpio, ojalá sean conscientes en recoger su basura, y se ve bonito Chilpancingo limpio”.

La señora Lorena tiene 39 años de edad, dos hijas: una niña de 20 y un niño de 17 años de edad que cursa el bachillerato. Los dos hijos de Lorena se sienten orgullosos de su mamá, porque los ha sacado adelante a base de su trabajo, y también les ha dado estudio.

Con la voz quebrantada y los ojos llorosos, Lorena aseguró que su hija y su hijo se sienten orgullosos de ella.

“Mi hija me dice mamá no te vayas temprano, vete tarde, pero dice que esta contenta porque pudo acabar de estudiar la prepa, sí están contentos”, manifestó la mujer.

Sus compañeros y compañeras están al pendiente de la entrevista, le dicen a Lorena que sonría a la cámara fotográfica. Ella dice que son su segunda familia y al término de sus labores de barrido manual, almuerzan juntos, se comparten de las tortillas, el pan y el guisado que prepararon por la madrugada o la noche anterior.

Las manos de doña Lore, como le dicen de cariño sus amigos, son ásperas y con ampollas de empuñar todos los días la escoba y barrer al menos diez calles.

No se avergüenza de su trabajo, se siente orgullosa y agradecida con Dios, porque pudo construir su casa a base de un trabajo digno de admirar, y todas las mañanas al terminar de barrer Lore se detiene en cada esquina a contemplar lo limpias que lucen gracias a su trabajo.

Manifestó que le gustaría que la gente valorara el esfuerzo que realizan junto a sus compañeros todos los días, levantarse en la madrugada y no faltarles al respeto.

“A mí me gustaría que la gente ahora, sí que viera el esfuerzo de nosotros, que nos levantamos muy temprano, consientes que estamos en un barrio, que es céntrico, el camión pasa tres veces, que saquen su basura y la tiren”, dice.