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“No voy a descansar hasta encontrarlos”, afirmó el único integrante a salvo de una familia secuestrada en Ayahualtempa

Cecilia Gaspar Hernández, una campesina secuestrada respondió una llamada telefónica y pidió que avisaran a su tercer hijo lo que les había pasado, porque no tenía esperanza de volverlo a ver.


Texto: Emiliano Tizapa Lucena

Foto: Oscar Guerrero / Archivo

El sábado 20 de enero familiares le marcaron por teléfono a Cecilia Gaspar Hernández, la andaban buscando porque desde dos días antes nadie sabía dónde estaba. Ella respondió en voz baja. Contó que a su marido, sus dos hijos y a ella los tenían hombres armados en la comunidad de Tlanicuilulco, municipio de Quechultenango, y que avisaran a su tercer hijo lo que les habían pasado, porque ya no tenían esperanza de volverlo a ver.

Dos días antes, la mañana del jueves 18 de enero, el segundo hijo del matrimonio de Cecilia Gaspar Hernández, de 57 años, y José Teodoro Domingo Ortiz, de 58 años, salió de casa. No se despidió de sus padres. No pensó que fuera necesario.

Cuando el segundo hijo regresó a su vivienda pasadas las 10 de la mañana, sus papás y su hermano menor Gaudencio, de 22 años, ya se habían marchado a su ranchito, en el lugar conocido como Zacatepec, ubicado a una hora y media de camino de su localidad, Ayahualtempa, en el municipio de José Joaquín de Herrera.

Cecilia, José y Gaudencio acudieron a este lugar como lo hacían habitualmente porque cuidaban a sus vacas y chivos; de su crianza y el comercio de éstos animales dependían económicamente. Ese jueves los tres durmieron en una pequeña casita que tienen en ese terreno.

La mañana del viernes 19 de enero, Roberto, de 31 años, el hijo mayor de Cecilia y José preparó y llevó de almorzar a sus papás y al hermano menor. Fue el último día que estos cuatro integrantes de la familia Domingo Gaspar fueron vistos.

El segundo hijo de Cecilia y José tiene miedo, pero también está lleno de impotencia. Cada vez que habla se nota como su rostro y sus labios tiemblan.

No se le preguntó su nombre, no hace falta. Casi todo el pueblo en Ayahualtempa se reunió este miércoles 24 de enero en la cancha techada de la comunidad para apoyarlo. Otras familias han permitido que sus hijos e hijas menores de edad porten uniforme y armas de la Policía Comunitaria ante periodistas y fotógrafos. Saben que la exhibición de niños armados no le gusta al gobierno, y ellos recurren a esta estrategia desesperadamente para precionarlos a que localicen con vida a la familia privada de su libertad por hombres armados.

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“Ese día (el viernes) no me di cuenta, como por allá casi no entra la señal del teléfono, le marqué a mi hermano como a las 11 de la mañana, pero no entró la llamada. Yo pensé que a lo mejor andaban arreando el ganado, y que tenían más trabajo. Lo volví a intentar en la tarde, como a las 6, a las 7, les estuve marcando y ni uno contestó. Pensé que se habían quedado otra vez ahí donde está el rancho”, cuenta el hijo de Cecilia.

Al día siguiente, el hijo de Cecilia apenas iba a marcar de nuevo por teléfono a su hermano para saber si preparaba de almozar y lo llevaba al campo, pero amigos de su familia le marcaron por teléfono a él, le informaron que su papás y hermanos ya no estaban en su rancho, que hombres armados se los habían llevado.

Varias personas se intentaron comunicar con su familia, pero sólo Cecilia respondió la llamada.

“Fue ahí cuando dijo que ya no andaban por acá, que ya los tenía en otro lado y que me avisaran, que para ellos, pues que ya no tienen esperanza de volver. Desde entonces me vine rápido para avisarles a las autoridades de la comunidad”, dice el hijo.

La familia secuestrada se ha dedicado siempre al campo, antes no habían recibido amenazas ni ningún tipo de presión para pedirles cuota o extorsiones por integrantes de un grupo criminal. Tampoco desde que fueron privadas de su libertad las cuatro personas se ha pedido dinero a cambio, es más, nadie se ha comunicado.

“Yo lo que le pediría al presidente Andrés Manuel López Obrador, y a la gobernadora Evelyn Salgado es que me apoyen rescatando a mis familiares, a regresármelos con vida. Que hagan algo pues, porque yo no voy a descansar hasta encontrarlos”, exclamó el hijo de Cecilia.

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Los dirigentes de la comunidad de Ayahualtempa consideran que no hay resultados tangibles de la búsqueda, y creen que la Fiscalía General del Estado (FGE) ha simulado porque lo único que han hecho es tomar las declaraciones y “levantar evidencia” en el luga donde fueron privados de su libertad las cuatro personas.

Un día antes de que los menores fueran presentados portando las armas, el director de Gobernación estatal, Francisco Rodríguez Cisneros acudió a la comunidad para intentar convencerlos de que cancelaran el golpe mediático. La indiferencia del gobierno estatal es tal, que en un comunicado se equivocaron con el nombre de la localidad e indicaron que la reunión se había llevado a cabo en Alcozacán, comunidad vecina situada a 10 minutos en vehículo.

En Ayahualtempa desde 2018 integrantes del grupo delictivo Los Ardillos han asesinado a 17 vecinos y desaparecido a otros siete.

En 2020 fue la primera vez que se armó en esta localidad a los niños como forma de presionar al gobierno a darles seguridad.

Ayahualtempa está ubicado a 25 minutos en vehículo de la cabecera municipal de Chilapa.

En el trayecto de Chilapa a Ayahualtempa este miércoles no se observó ningún operativo de búsqueda. Tampoco hubo presencia de un gran número de agentes de la Guardia Nacional, del Ejército o Policía Estatal como en otras regiones del estado.

Hay una base de operaciones mixtas endeble construida con madera y piedra, donde algunos militares se encontraban, pero ni siquiera revisaban u observaban detenidamente los vehículos que transitaban por el lugar.