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Luciana González Crispín, una mujer campesina orgullosa de su trabajo y de ser de Tixtla

De la siembra de hortalizas y flores ha mantenido a sus cuatro hijos, a pesar de que recientemente una de sus hijas falleció.


Texto: Yasmín García

Foto: Oscar Guerrero

La piel de Luciana González Crispín ha cambiado el tono de su color por los rayos del sol. Desde niña ha trabajado la tierra sembrando hortalizas y flores en la cabecera municipal de Tixtla.

Sus padres fueron campesinos. De su niñez Luciana recuerda que ella junto a sus hermanos ayudaban a preparar la tierra. Así aprendió a sembrar cilantro, epazote, albaca, rábano y en temporada decembrina, las flores de mercadela y perritos.

En Todos Santos produce cempasúchil, terciopelo y nube para venderla en el mercado de la capital de Guerrero.

Luciana González tiene 54 años de edad, ya se acostumbró a los intensos rayos del sol, el sombrero o suéter, dice, le estorban para trabajar.

Luciana considera que la temporada de lluvias es la más difícil para sembrar las hortalizas.

“Como llueve andamos en el lodo, nos llega hasta la rodilla, nos vemos obligados a taparnos siquiera la espalda, esas fechas se nos hacen más difícil, lo hacemos y nos aguantamos, como son fechas que nos va bien, sacamos más dinero”, dice Luciana.

Doña Luci como le dice su familia y amigos, también intentó oficios como la venta de tortillas, arreglos florales, y su esposo el de albañilería, pero no prosperaron como la siembra de hortalizas.

Luciana forma parte de las pocas mujeres que trabajan el campo, que sabe preparar la tierra, barbechar, hacer los surcos y adaptar el sistema de riego en los pacholes.

“Son poquitas las mujeres que ya quedamos, la mayoría vienen, pero en la tarde, aquí nos venimos todo el día cuando se hace el trasplante de plantas, se siembra de una a una, arrancamos los pacholes”, explica.

De lunes a domingo, Luciana llega a su labor a las 4 de la mañana para cortar las hortalizas y entregarlas a otras señoras que las revenden en Chilpancingo, también en el mercado de Tixtla, y otras comunidades como Atliaca, Apango, Mazatlan, Tierra Colorada y Mochitlán.

De la siembra de hortalizas y flores, Luciana ha mantenido a sus cuatro hijos, aunque recientemente una de sus hijas falleció.

“De aquí saqué adelante a mis hijos, apenas falleció mi hija era discapacitada, me quedan dos niñas y un niño”, sostuvo doña Luci.

Está mujer campesina acepta que su cuerpo ha cambiado, ya que le fue detectada la enfermedad de diabetes.

“Tiene más o menos diez años que cambio mi cuerpo porque se me desarrolló el azúcar, era una persona doble pesaba más de cien kilos, quedé delgada, pero no me siento inútil se trabajar”, recalcó.

A las mujeres que deseen dedicarse a trabajar en el campo, Luciana les recomienda a no tener miedo, además de que es una fuente de ingresos por los recursos naturales de los que goza Tixtla, como la tierra y los pozos de agua para conectar el sistema de riego.

Luciana se siente orgullosa de ser una mujer campesina originaria de Tixtla, la tierra que la vio nacer y que le ha dado trabajo: “aquí nacimos y aquí nos va a tocar morirnos”.