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Las Súper Sexys imponen respeto a la diversidad en Guerrero

Sherlyn, Kenia del Castillo y Marimar junto con otras 12 chicas, son un grupo de jóvenes transexuales que se reúnen para trabajar, protegerse y, sobre todo, para divertirse. No están dispuestas a vivir aisladas y a ser discriminadas como sucedió en otros tiempos. Juegan baloncesto, y están en busca de su identidad y el respeto de la comunidad.


Texto: Arturo de Dios Palma

Foto: Salvador Cisneros

—Nosotras no somos famosas pero tenemos a nuestra Reina del Norte, Kenia del Castillo.

—¿Por qué la Reina del Norte? ¿Se fue a Estados Unidos?

—No, ella trafica hierbas verdes.

—¿Marihuana?

—¡Nooo! Trafica epazote, hierbabuena, cilantro—dice Sherlyn y todas sueltan la carcajada.

Estamos en el patio de la casa de Kenia del Castillo, bajo las ramas de un gran árbol de mango, que deja pasar el aire húmedo que corre en ese punto de Guerrero que no es montaña ni tampoco costa: Xochistlahuaca.

En un extremo está Kenia del Castillo y Marimar, sentadas en sillas pequeñas y sobre las piernas tienen un telar. Le dan forma con hilos de colores a flores, mariposas y figuras geométricas: pasan una bola de hilo por el telar, luego con un madero lo jalan y después con una vara lo aprietan. Después confeccionarán huipiles, blusas, bolsas, pulseras o diademas. Del otro lado, Sherlyn borda a mano una servilleta para envolver tortillas.

—¿Por qué tan callada? —le grita Marimar a Sherlyn.

—No quiero hablar, me da pena. Además mi mamá dice que no hable con desconocidos, porque soy la señorita de la casa —dice en un tono socarrón y otra vez todas ríen.

Mientras tejen y bordan esperan a que lleguen las demás chicas. En un par de horas todas juntas tienen un compromiso: jugar un partido de baloncesto.

Junto con otras 12 chicas, se reúnen desde hace unos 10 años para trabajar, protegerse y, sobre todo, para divertirse. Su grupo no tiene nombre pero en los pueblos de Xochistlahuaca cada vez son más conocidas como Las Súper Sexys, el nombre de su equipo.

Sherlyn, Kenia del Castillo y Marimar, son también Tranquilino de Jesús, Zaqueo Sebastián y Mauricio López. Los tres son transexuales ñomndaa [amuzgos], tejedores, campesinos, ganaderos, coreógrafos, decoradores y deportistas.

En el pueblo chico

Xochistlahuaca significa en náhuatl Llanura de flores, aquí predominan los ñomndaa. Según el último censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía [Inegi] 94 por ciento de los pobladores son nativos, hablan su lengua materna y llevan consigo todo lo que significa ser indígena en Guerrero: 69.83 por ciento de su población tienen un muy alto grado de rezago social. En números: de los 28 mil habitantes, 20 mil viven en pobreza extrema.

Xochistlahuaca es un lugar casi rural: calles angostas, muchas sin pavimentar, servicios básicos limitados, accesos precarios y lo poco que está urbanizado está en malas condiciones. Es un municipio pequeño, por sus calles se puede caminar tranquilamente. Aún conserva muchas de sus tradiciones. La más visible la vestimenta: en el día a día, las mujeres portan el vistoso huipil de telar y los hombres un pantalón blanco de manta cruzado atado en la cintura, una camisa de cotón y sombrero de palma. Los domingos su plaza central se llena de colores: huipiles, blusas y todas prendas que hacen con el telar las sacan a vender.

En Xochistlahuaca se mantiene casi intacta la tradicional estructura social: familias católicas, mujeres dedicadas al hogar y los hombres al trabajo, en el campo sembrando y cosechando maíz, frijol, mamey, naranja, limón, para proveer lo faltante. Pero acá las mujeres tienen un papel notorio, elaboran con sus manos uno de los productos más preciados para su pueblo: los huipiles de telar de cintura.

En este Xochistlahuaca la comunidad gay busca un lugar, su lugar.

Gregorio Zepeda, es homosexual [46 años]; es promotor cultural y en su adolescencia vivió los tiempos en que la discriminación contra de los homosexuales era dura.

Zepeda conserva la tradición: anda con su pantalón blanco cruzado y con guayaberas con detalles de los tejidos. Habla un español casi perfecto siempre arrastrando el acento de su lengua materna: el amuzgo.

“En ocasiones no querían vendernos nada en las tiendas, escuchabas como decían: no les vendan a esos enfermos, recuerda Greg, como lo conocen acá.

Cuando tenía 14 años, cuenta, en el pueblo se dieron varios casos de Sida-VIH que casi todos llegaron hasta la muerte.

Nos rechazaban feo, decían que el Sida era la enfermedad de los putos, recuerda.

Lo cierto, dice Greg, es que en ese tiempo murieron tanto homosexuales, como mujeres y hombres heterosexuales.

Fue la ignorancia la que provocó toda esa discriminación.

Ahora hay más aceptación. Los homosexuales han ganado espacios en lo laboral, en lo social, en lo cultural, pero la discriminación continúa. Pinche puto; Componte y mal educado, son expresiones que aún escuchan los homosexuales en Xochistlahuaca.

Lo que todavía es impensable es que un par de hombres se tomen de la mano y caminen por la calles como novios.

Uno lleva al novio a la casa, pero nunca los presentas así, dices que es tu amigo. Tu familia sabe pero se hace y pues tú también te haces. Nos engañamos todos pues, explica Greg.

Desde hace unos 20 años, en Xochistlahuaca en los días de carnaval los homosexuales visten con el traje tradicional: el huipil tejido, con collares de colores y trenzas en la cabeza, se pintan el rostro y encabezan la danza del Pichiquie, un baile que simboliza la quema de los males.

Ahora, Pichiquie no es sólo una danza, sino una forma de nombrar exclusivamente a los homosexuales. Pichiquie, tiene la connotación de maricón o chistosito.

Sueños

Las historias de Sherlyn, Kenia del Castillo y Marimar están impregnadas de resistencia, de tener la adversidad siempre en cara. Las tres tienen sueños que no pudieron cumplir por la falta de dinero, porque los sueños también tienen precio.

Tranquilino de Jesús, Sherlyn [27 años], desde chico quiso ser profesor de danza, estudiar en la escuela de artes en Tixtla. Un día cuando su papá le preguntó qué quería hacer después de haber terminado la preparatoria, Tranquilino se lo dijo: estudiar para profesor de danza, pero se topó con la realidad de la familia: no había dinero para pagar los estudios.

Tranquilino no cambió su propósito. No es profesor de danza, pero parte de sus ingresos los obtiene bailando. Monta coreografías de quince años; bailables, danzas folclóricas y decora todo tipo de fiestas. El resto lo obtiene tejiendo huipiles y bordando servilletas.

Tranquilino es el más extrovertido. No para de bromear, de sonreír. Su aspecto es más cercano a un afrodescendiente que a un ñomndaa: su piel es morena y su cabello crespo.

Tranquilino ha vivido su homosexualidad con normalidad.

Desde chiquito me gustaron los niños y jugar muñecas, responde cuando se le pregunta por el momento en que definió su preferencia sexual.

En su casa, dice, siempre lo trataron normal; cuando tocaba hacer labores en el campo, Tranquilino agarraba sus herramientas y se iba sembrar, a limpiar la milpa o a cosechar el elote.

En mi casa me respetan, al principio mi papá no me entendía, pero ahora me apoya. Lo único que me pide es que me porte bien, que me cuide.

Esa tarde que platicamos, Marimar llegó corriendo a la casa de Kenia del Castillo. Su mamá no le daba permiso de salir porque la noche anterior se fue de fiesta y llegó por la madrugada.

Mauricio López, Marimar [29 años], vive con su madre y su hermana, su padre ya murió. Desde entonces, Mauricio es el que se encarga de proveer el alimento básico de su familia, de su pueblo: el maíz. Este año sembró un cuarto de litro de maíz en un terreno de 120 metros cuadrados que le prestaron. Pretende sacar 10 costales de 50 kilos, para garantizar las tortillas durante siete meses para su familia y algo de alimento para sus animales.

La faena comenzó en mayo: preparó la tierra, hizo los surcos, sembró la semilla y ahora está abonando las plantas. En septiembre cosechará. Después de que se le termine, tendrá que comenzar a comprar el maíz a 250 pesos cada costal.

Para obtener ese dinero, Mauricio tendrá que tejer huipiles y bordar servilletas, con sus amigas.

Kenia del Castillo, Zaqueo Sebastián [29 años], de los tres es el que lleva una vida económica más cómoda: en su casa vende cervezas y los clientes casi nunca faltan.

Integración

—¡Cada quien que agarre a su marido! —ordena Carlos a sus compañeros después de que Las Súper Sexys anotaron un punto.

—Ese es mi marido, agarra el tuyo —le reclaman a Marimar.

Son las 3 de la tarde y estamos en la cancha de la primaria de la comunidad Renacimiento. Están jugando Las Súper Sexys contra de Real Rancho.

Las Súper Sexys roban más sonrisas al público que balones al equipo contrario. Por cada tres canastas que anota Real Rancho, ellas hacen una. Pero está claro que las chicas no juegan para ganar, sino para vincularse con la comunidad.

El torneo que están jugando lo organizaron ellas mismas: lanzaron la convocatoria y se inscribieron siete equipos de distintos pueblos y, según dice Marimar, otras comunidades esperan a que termine para anotarse.

El torneo lo hicimos para reunirnos, pero también para convivir con la comunidad y, sobre todo, para los jóvenes del pueblo tengan en qué divertirse sanamente, explica Marimar, la tesorera de la liga.

Del juego ya pasó la primer mitad y no se ve que Las Súper Sexys puedan retomar el marcador.

—¿No vas a jugar? —le preguntan a Kenia del Castillo al ver la necesidad de un relevo en el equipo.

—No. No puedo, estoy embarazada —responde y en la tribuna se arma el relajo.

En la cancha Las Súper Sexys no dan una y por eso festejan hasta las fallas del equipo contrario. Por eso te amo papi, le dice Marimar a un contrario que falla el tiro. Eso mami, eso mami, animan a Cely, una chica de un metro con 50 centímetros que no deja en paz a su contrincante, un jugador de casi un metro con 80.

Al final, el partido quedó 31 a 13, favor Real Rancho.

Las Súper Sexys es un grupo de jóvenes transexuales que no están dispuestos a vivir aislados y a ser discriminados como sucedió en otros tiempos. Están en busca de su identidad y del respeto de la comunidad. Para lograrlo han encontrado dos formas: el legado más grande de las mujeres de su pueblo: el telar de cintura y, jugando baloncesto.