Día del Colibrí: Guerrero tiene una especie endémica
El color dominante es el verde en el pecho y de la cabeza le brota una especie de copete o cresta roja. Experto calcula que debe haber unos dos mil ejemplares de colibrís coqueta en la sierra de Atoyac
Itzel Urieta. Chilpancingo, 8 de septiembre 2024
Foto: Conabio
En Guerrero existe una especie endémica de colibrí llamado coqueta o cresticorta, que habita en 30 mil kilómetros cuadrados de la Sierra de Atoyac, además está declarado en riesgo de peligro de extinción por la NOM-059.
Los datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UNIC) son más graves. En su informe anual 2019 catalogaron al colibrí coqueta de Atoyac como en peligro crítico de extinción.
Se trata de un pequeño colibrí que mide entre 7 y 7.5 centímetros.
Su color dominante es el verde en el pecho y de la cabeza le brota una especie de copete o cresta roja; suelen ser aves tranquilas y poco territoriales, a diferencia de otras especias de colibrís.
De acuerdo con el catedrático e investigador de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro) especializado en ornitología (ciencia del estudio de las aves), Epifanio Blancas Calva, el colibrí coqueta o cresticorta como también se conoce, es la única especia de ave endémica de Guerrero.
“Más bien sería un microoendemismo”, asegura, porque la superficie geográfica donde habita es muy pequeña.
“Un ejemplo para entender estos términos es el puma. El puma es endémico de América y se distribuye desde Canadá hasta la Tierra del Fuego (Argentina), y su endemismo es todo el continente americano y el área que cubre es muy grande; en el caso del colibrí coqueta, es mucho menor”, explicó Blancas Calva en entrevista.
El académico calcula que existen alrededor de dos mil ejemplares de colibrí coqueta en la zona serrana de Atoyac, la cual puede disminuir considerablemente ante los cambios que genera el hombre en su hábitat.
El incremento demográfico de la población humana, el cambio de uso de suelo para actividades agrícolas, madereras, ganaderas y la construcción de caminos y vivienda impactan negativamente al ecosistema y acaba poco a poco con el hábitat del colibrí y por ende la reducción de la especie, sostiene.