Habitantes de Acapulco reciben el 2024 entre el desastre e incertidumbre
Texto: Emiliano Tizapa, Arturo de Dios y Jesús Guerrero
Foto: Oscar Jijon / Cromatica Agencia Fotográfica y Multimedia
Acapulco, 2 de enero 2024
Acapulco terminó el 2023 cómo pudo: maltrecho, entre escombros, improvisando, con hoteles cerrados y otros medios abiertos, con muchos turistas ausente, con familias aún sin techo pero todos buscando que se recupere de la devastación que dejó el huracán Otis. Así, igual, comienza el 2024.
La estampa que puede resumir la transición de los años es la faena forzada, permanente por levantar todo lo caído. Aún algunos ya claudicaron: muchos han dejado el puerto y empresarios han atajado el problema de la reconstrucción con el cierre de sus negocios.
El 2024, será un año definitivo para Acapulco, para los acapulqueños. Entra a una de sus peores crisis o resurge. No tiene más opciones.
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Acapulco tiene una dependencia del turismo. Si no hay turistas no circula dinero. Este periodo vacacional hubo muy pocos turistas, muy por debajo de sus expectativas. El ex presidente de la Asociación de Hoteles y Empresas Turísticas de Acapulco (AHETA), Jorge Laurel González, explica que en los fines de años, el puerto puede recibir hasta 450 mil visitantes. Hoy lograron atraer a unos 150 mil, un 66 por ciento menos.
No se trató de falta de empeño, en este momento no hay forma, el hotel que más puede ofrecer es el 40 por ciento de su capacidad. Laurel González pone cifras: normalmente Acapulco ofrece 19 mil habitaciones, más una oferta extrahotelera (casas, departamentos, condominios) otras 60 mil, tras la devastación hay 127 hoteles abiertos con apenas 2 mil 500 habitaciones disponibles entre todos.
“En mi caso teníamos ya la temporada totalmente vendida y recibimos muchas cancelaciones, quienes sí llegan traen la idea de que se encontrarán los hoteles operando con todos los servicios al cien por ciento y con la calidad que normalmente está Acapulco acostumbrado a ofrecer, pero hay limitaciones, deficiencias, fallas, en algunos servicios como la cobertura del internet, el servicio de televisión por cable y la telefonía”, explica.
Si no hay hoteles disponibles, ¿Cómo llegan los turistas?
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Son las 12 de día del 28 de diciembre, en el Paseo del Pescador, diez hombres limpian y reparan detalles en el barco Bonanza, es la única embarcación de recreo que resistió a los embates de Otis.
Su competencia directa, el yate Acarey, sucumbió ante las altas olas y las fuertes rachas de viento que trajo el huracán; se hundió con toda su tripulación a bordo.
El Bonanza llegó a Acapulco en la década de los 60 proveniente de Estados Unidos, adquirido por la familia Braun Díaz y desde entonces se convirtió en una opción histórica de paseo por la bahía.
Manuel, un acapulqueño de 59 años, viste un short y tenis negros, anda sin playera y de su cuello cuelga una cadena y una imagen religiosa, es sobreviviente junto con otros seis compañeros de Otis.
Es el motorista y también toma el timón, es marinero desde hace 36 años.
La tarde del martes 24 de octubre, Manuel descansaba en su casa, cuando recibió una llamada de su jefe. Le pidió que trabajara ese día porque necesitaba que estuviera con la tripulación cuidando el barco. A las 7 de la noche llegó al Paseo del Pescador, el barco ya estaba amarrado a 300 metros de su muelle.
A esa hora, el huracán ya había alcanzado la categoría 5.
Manuel imaginaba la magnitud, dice que escuchó los avisos de las autoridades, pero aún así no estaba preparado para un huracán categoría cinco.
A la medianoche, comenzaron a aparecer olas de cinco hasta siete metros de altura.
“Nos encapsularon, nos levantaron, nos pegaron, hasta que nos reventó la cadena (de las anclas). Nosotros estábamos metiendo máquina para ayudar al barco, pero el aire nos hizo como quiso, nos llevó en su dirección directamente al Club de Yates […] era un pinche monstruo que nunca se había vivido”, recuerda.
Sigue: “Me acuerdo que se escuchan voces que pedían ayuda, y cómo ayudar si nosotros también estábamos luchando por nuestras vidas. El sonido del aire era raro, se escuchaba como que traía una bestia y no como el chiflido del aire”.
De los siete marineros sólo quedan cuatro, tres renunciaron tras la experiencia de enfrentar a Otis. Manuel asegura que 2024 será el último que trabaja porque, entre otras cosas, necesita ir a “curarse de espanto” por el susto que se llevó con Otis.
Manuel reconoce que no sería capaz de volver a enfrentarse a un huracán de esa magnitud y advierte que ningún marinero de ahora en adelante debería quedarse a cuidar una embarcación.
“Con lo que pasó, puede decir a los marineros: amarran bien el barco. Que (el jefe) diga cuántos cabos quiere que le pongamos, cuántas anclas quieren que tiremos, una o dos, y ya sálgase. Eso se debe hacer, que pase el fenómeno. Al otro día pues si queda flotando ir a visitarlo, a ver si le entró mucha agua, hay que sacarla con bombas y ya, pero estás vivo, yo creo que es lo que debe de suceder”, dijo.
De esa noche ya pasaron 65 días, El Bonanza volvió a recorrer la bahía, tras las reparaciones, desde el 23 de diciembre, recorre la bahía dos veces al día, en la tarde y en la noche.
Pero no es igual que antes, en estos recorridos han logrado subir a a 200 personas de las 450 que tiene de capacidad.
La apuesta para rescatar el año, estuvo en la noche del 31 de diciembre: ofrecieron un recorrido especial para recibir el año en medio de la bahía viendo el espectáculo de fuegos artificiales. Cada boleto costó mil 50 pesos.
De El Bonanza dependen 50 familias, desde vendedores de boletos, trabajadoras de una pequeña oficina y marineros, todos esperan que vuelvan los turistas.
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Muy cerca del muelle del Paseo del Pecador, en la rotonda Rotonda de los Hombres Ilustres, la familia del pescador Ulises Hernández, El Cevichito, desde el 25 de octubre instaló una especie de sala de espera bajo la sombra de una ceiba.
Ahora esa sombra es ocupada por vendedores de raspado, la familia de Ulises Hernández decidió quitarse por la falta de noticias pero, sobre todo, porque la Marina y Fiscalía General del Estado suspendieron las búsquedas.
“El gobierno ya dejó de buscar a mi tío y a decenas de marinos que desaparecieron en el mar”, cuenta Lizeth Castillo Hernández, sobrina de Ulises Hernández quien desapareció con toda embarcación durante la madrugada del 25 de octubre.
Lizeth Castillo cuenta que desde el 15 de diciembre la FGE dejó de buscar a los tripulantes desaparecidos, dejaron de hacer recorridos por la bahía y los buzos dejaron de sumergirse.
De acuerdo a lo que han logrado investigar, la embarcación en la que estaba su tío esa noche, los vientos la arrastraron hacia el Club de Yates, un sitio donde siguen decenas de embarcaciones amontonadas.
“Queremos que encuentren a nuestro familiar sea como sea para ya no estar con esta incertidumbre”, dice Lizeth Castillo.
La noche del 24 de octubre, Ulises Hernández y el dueño de la lancha al que le apodan “Jerry” acudieron al muelle del Paseo del Pescador para amarrar la embarcación.
Cuando comenzaron a intensificarse los vientos, Ulises se lanzó al mar para amarrar la lancha de los cabos. No le importó el peligro porque quería salvar la lancha a la que bautizó con el nombre de “Valeria Abigail”.
Este fin de año, para la familia de Ulises fue triste pero, sobre todo, fue de incertidumbre.
Cada Navidad y Año nuevo, Ulises era el que llevaba el pescado y los mariscos para la cena, pero esta vez, la familia decidió no cenar.
“Todos estamos tristes porque mi tío no aparece y aunque ya nos hemos hecho a la idea de que murió ni siquiera las autoridades lo buscan para localizar sus restos”, dice Lizeth Castillo.
Valeria Castillo, hija de Ulises, acusa al gobierno de ocultar la verdad de la tragedia.
“Si el gobierno está diciendo que hay más de 600 embarcaciones y que la mayoría fueron destruidas y entonces ¿dónde están los tripulantes?, se pregunta Valeria y es la pregunta que resuena entre todas las familias.
“Aquí en esta zona murieron muchos tripulantes solo hay que ver cómo quedaron destrozadas las embarcaciones”, dijo Valeria.
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Para activar la economía de Acapulco es necesaria la reconstrucción de los espacios turísticos, como hoteles y restaurantes. Para que eso suceda, calcula el empresario hotelero Jorge Laurel González, podrían pasar hasta tres años.
En este momento, asegura, Acapulco está en un proceso de reactivación, la reconstrucción aún no comienza.
“Ahorita estamos en un proceso lógico de reactivación, es importante que no se confunda reactivación con reconstrucción, porque lo que busca el empresario, la población, los empleados es volver a trabajar y tener actividad que es lo que estamos enfocados, pero tendrá que venir un plan serio, formal, un plan integral de reconstrucción del destino turístico”, dice Laurel González.
Incluso la reactivación, disponer de más habitaciones se está complicando, Laurel González explica que en Acapulco hay una escasez de mano de obra, así como de materiales de construcción.
“La población local está preocupada y concentrada en arreglar sus propias viviendas porque hay gente que perdió todo, que hoy todavía continúa durmiendo sin techo”.
Pero el verdadero asunto, la reconstrucción, no se vislumbra pronto; el empresario calcula tres años para que termine y Acapulco vuelva a ofrecer todo lo que ofrecía hasta antes de Otis.
Y ahí viene otra vez el verdadero problema: ¿de dónde saldrá el dinero para la reconstrucción? Hasta ahora muy pocos saben. ¿De las aseguradoras? Laurel González, dice que apenas 19 por ciento de las propiedades, incluidos hoteles, se encontraban aseguradas antes del huracán y, en algunos casos, sus seguros no contemplaban una prima por riesgo de huracanes.
¿Saldrá de créditos? “No vemos esa activación de los créditos y eso es lo que nos tiene preocupados. Tanto en los apoyos que se están dando, en los diferimientos de pagos de impuestos y de servicio de luz, pero ¿después de febrero que va a pasar?”.
Reprochó que los gobiernos se reúnan con los grandes empresarios, Carlos Slim y Juan Antonio Hernández, e ignoren a los empresarios de Acapulco quienes buscan aportar ideas para el plan de reconstrucción integral.
Pese a todo, Laurel González es positivo, en cuanto comience las obras de reconstrucción eso dará un poco de oxígeno al desarrollo de la actividad económica en Acapulco.
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Cándido Trinidad de la Cruz no tiene respuestas, no sabe nada de su familia. No hay ningún indicio de dónde pudieran estar. Entre la tierra y piedras no los hallaron y la FGE dio por terminada esa búsqueda y la pasó a la Marina para ahora intentar localizarlos en el mar.
Eran las 11 de la noche del martes 24 de octubre. En la casa de Cándido, en la colonia Nueva Era, al poniente de Acapulco, todos estaban despiertos, acababa de terminar de cenar. La reunión se prolongó hasta la medianoche. La plática, inevitablemente, fue la entrada de Otis. Lo que habían visto en redes sociales es que entraría hasta las cuatro o seis de la mañana.
A las 12, comenzó el aire, era un viento como cualquier otro huracán. Nadie se alarmó. Se metieron a la recamara principal. Ahí estaban, Janeth Ortega González (37 años) su esposa, su hija Camila de Jesús Trinidad Ortega, (13); su hijo Ángel Martín Trinidad Ortega, (16); su nuera de Areli Testa Sánchez (16) y la amiga de su esposa, Estefanía Orozco Báez (25).
A las 12:20 la lluvia se intensificó, 10 minutos después el agua comenzó a meterse a la casa. Entonces Cándido decidió salir de la recámara para tratar de que no se inundara. Su esposa le sugirió que no lo hiciera, él insistió y se salió. Caminó, tomó una cubeta y comenzó a sacar el agua.
“Apenas unos dos o tres botes había sacado cuando el agua me levantó, ya no toqué el piso, me levantó. Sentí que allí voy, me arrastró el agua con piedras. Yo estaba dentro del agua pero estaba consciente, sentí el golpe de una piedra en mi pie. Yo traté de agarrarme de algo en desesperación y sí me agarra, no sé de qué si fue una rama, un tronco, no sé. Salí como a tres metros como pude. Yo pensé que me había arrastrado sólo a mí, salí pensando ir directo por mi familia y ver cómo estaban”.
Cándido intentó correr hacia su casa, no pudo, la herida del pie se lo impidió, pero también la oscuridad y la corriente de agua que baja desde el cerro. Esperó. Una hora después pudo cruzar hasta su casa: no halló nada, ni casa, ni a su familia.
El 14 de diciembre, llegó hasta la casa de Cándido, la fiscal general del estado, la teniente coronel del Ejército, Sandra Luz Salmerón Valdovinos.
Fue a decirle que la dependencia daba por terminada la búsqueda por la vía terrestre y que ahora pediría el apoyo a la Marina.
“Esperamos que la Marina tenga un resultado, difícilmente es posible porque es una agua inmensa, no sé como es el procedimiento de ellos, no sé cómo sea el procedimiento de un cuerpo con tanto tiempo, ellos me imagino que tiene una idea de cómo un cuerpo se va desprendiendo en el agua salada, qué es lo que pueden encontrar, me imagino que ya saben su trabajo. Yo no sé qué puedan encontrar, tienen otra experiencia, otras herramientas. Siempre de un cuerpo quedan los huesos, pero no sé cuál sea el procedimiento en el agua, esperemos en Dios que todavía haya algo, no descartemos nada hasta el final”.
Cuando la fiscal le informó del final de las operaciones por “la vía terrestre” no le entregó ninguna notificación oficial del final de las operaciones.
“No me dijeron si la Marina se va a comunicar conmigo, espero que me vengan a ver, saben dónde vivo. No me dejó ningún número para comunicarme y saber cómo van trabajando. No me entregaron ningún oficio que dijera que ahora la investigación pasa a manos de la Marina”.
Cándido tiene la sensación de que la búsqueda de su familia en el mar tuvo que haber comenzado desde hace muchos días antes, también, reconoce que tuvo la esperanza de que ahí los hallarían.
Los primeros días tras el impacto de Otis, los hermanos de Cándido vieron en el mar, frente a su casa, cuatro cuerpos flotando, en un momento vieron pasar un convoy del Ejército, corrieron a pedirles ayuda pero los ignoraron.
“No te puedo asegurar si era mi familia, pero eran unos cuerpos, de aquí se ven, pero igual pudieron ser otras personas, familiares de otras personas. No sé porque no actuaron, a lo mejor porque lo de mar no les toca, no sé si se iban a meter en un problema, pero lo que nosotros buscábamos era que pasaran el dato, que le avisaran a la Marina. Lo cierto es que fue un tiempo perdido, el mar es inmenso y se va llevando todo. No sé si era mi familia, por el área pienso que sí, pero de quién haya sido, hubiera sido un buen rescate”.
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La economía de Acapulco está anclada a la oferta turística. El huracán Otis fue inclemente con los hoteles, restaurantes, bares y discotecas, muy pocos se salvaron de la destrucción.
Muchos de los negocios, no se ha podido recuperar y otros de plano no lo harán en el corto y mediano plazo. El hotel Elcano a semanas del paso del huracán anunció su cierre y liquidó a unos 100 trabajadores.
El hotel Dreams anunció que abrirá hasta el 2026; el restaurante La Misión también anunció su cierre, la Universidad Americana de Acapulco también informó que de manera indefinida suspende su servicio. La ola de cierres y despidos puede tomar un ritmo vertiginoso en los próximos meses, cuando termine la entrega de apoyos.
El presidente del Consejo de Cámaras Industriales y Empresariales de Guerrero (Concaningro), Julián Urióstegui Carbajal, lanzó un pronóstico poco alentador: si no se apoya a las micro, pequeñas y medianas empresas se podrían perder unos 35 mil empleos formales y otros 40 mil informales.
Explicó que son unas 12 mil micro, pequeñas y medianas empresas en el puerto que requieren algún tipo de ayuda para reconstruirse y reactivarse: hasta antes de Otis, ofrecían unos 85 mil empleos y hasta ahora ha despedido a por lo menos 5 mil trabajadores porque no pueden sostener el pago de sus nóminas.
Urióstegui Carbajal lamentó que a casi dos meses no hayan podido acceder a créditos públicos ni privados para reactivar sus negocios.