Los mini Stradivarius de Cristóbal, de Taxco para el mundo
“En Taxco cada rincón es una obra de arte. La gente es muy noble, la gente protege mucho al turismo, es inigualable Taxco”, afirma Cristóbal Baltazar, un artesano y profesor jubilado.
Emiliano Tizapa Lucena. Taxco, 29 de abril de 2025.
En el callejón empedrado de Los Arcos, detrás de la Catedral de Santa Prisca, en Taxco, se escucha una interpretación singular de la Serenata número 13 de Wolfgang Amadeus Mozart.
Se trata de Cristóbal Baltazar Casimiro, un profesor jubilado, quien desde hace 30 años vende violines pequeños o como a él le gusta llamarlos, sus pequeños “Stradivarius”.
Cristóbal viste la mañana del 17 de abril un pans, playera blanca y un chaleco de algodón, calza unos tenis y está sentado en un banco de plástico; es de conversación ágil y asequible.
Toca sus pequeños violines que están recostados sobre un plástico negro en el suelo, porque desde hace tiempo se sostiene de venderlos.
Cristóbal es originario del Estado de México, cuando se jubiló tras 35 años de dar clases de matemáticas y artes plásticas se mudó a Taxco, lo atrajeron las casas con techos de teja, los caminos empedrados y las edificaciones coloniales.
“En Taxco cada rincón es una obra de arte. La gente es muy noble, la gente protege mucho al turismo, es inigualable Taxco”, afirma Cristóbal.
El maestro retirado confiesa que al principio sus primeros violines los compró, después poco a poco aprendió a elaborarlos.

En 2006, la venta de los mini violines de Cristóbal dio un vuelco. Meses antes una joven que visitó Taxco le compró una de sus piezas. Semanas después, ella lo buscó vía telefónica para encargarle cien pequeños violines que fueron regalados en la presentación de la película mexicana El Violín, en el Festival de Cannes, en Francia.
El protagonista de la película fue el profesor de música calentana, Ángel Tavira, la cual cuenta la ocupación de pueblos por el Ejército y el desplazamiento forzado de comunidades en el combate a la guerrilla en la Sierra de Guerrero en los años setentas.
“El periodista Claudio Viveros me hizo el favor de llevarme con don Ángel Tavira a Iguala, le llevé unos violincitos que se quedaron para sus nietos. Decía su esposa doña Elpidia, que solo queríamos explotar su imagen pero no, solo quería conocerlo y llevarle un presente. Fue agradable la entrevista con él, una persona muy noble, muy sensible y eso fue lo que llevó a mis violines a otro nivel en cuanto a ventas”, afirmó Cristóbal.
Casi todos los días Cristóbal tiende su puesto ambulante en el callejón en el Centro de Taxco, un violín de 30 centímetros de largo lo vende en 250 pesos. Además, pinta cuadros de las calles de esta ciudad platera que lo enamoró.